viernes, 6 de marzo de 2015

Sobre la propuesta de micro aportaciones al Elche CF

Al hilo de la propuesta formulada por el ex consejero del Elche, Francisco Borja, para solucionar los problemas financieros del Elche, a través de pequeñas aportaciones realizadas por una multitud de nuevos accionistas, no he podido dejar de plantearme si sería o no viable. Y he recordado un caso que podría asimilarse a esta posibilidad, y del que tal vez podríamos extraer consecuencias que ayudaran a hacer viable la propuesta. El de los Green Bay Packers, equipo de fútbol americano.

En la NFL (la liga de fútbol profesional americano los equipos son propiedades privadas, en manos de multimillonarios. Los clubes deportivos son franquicias en ligas cerradas, en las que se participa poseyendo una de las licencias que cada una de la liga concede. Hay, sin embargo, una excepción en este sistema: los Green Bay Packers. Con sus 104.000 habitantes, la ciudad de Green Bay, en el estado de Wisconsin, es la ciudad más pequeña de Estados Unidos de entre todas las que tienen un equipo en las ligas profesionales. Incluso, sumando toda su área metropolitana, apenas alcanza los 200.000 habitantes. Menos que el municipio de Elche. Aun así, su estadio lleva colgando el “no hay billetes” en sus taquilla desde hace cuarenta años. Y la lista de espera para conseguir un abono está, actualmente, en veinte años.

A pesar de contar con éste hándicap, los Packers no son un equipo pequeño. Al contrario, son el equipo con más títulos de la historia del fútbol americano. En su palmarés lucen nueve ligas y cuatro Super Bowl, incluyendo las dos primeras que se disputaron bajo esa denominación, en 1966 y 1967. Pero, más allá de los éxitos deportivos, si hay algo que define a los Packers es que se trata del único equipo profesional del país cuya propiedad recae exclusivamente en los habitantes de su propia ciudad.

Fundada en 1919, es una empresa sin ánimo de lucro cuyas 5 millones de acciones son poseídas por más de 360.000 dueños. Hasta la última ampliación, estos eran en su gran mayoría, habitantes de la ciudad, aunque en la última ampliación de capital han accedido muchos no residentes, atraídos por motivos sentimentales. El reparto se asegura limitando la posibilidad de poseer acciones a un máximo de 200.000 títulos por accionista. Todos estos accionistas designan a un comité ejecutivo de siete personas, que no perciben un sueldo por su función. Los accionistas, en realidad, no toman decisiones en el funcionamiento diario del club, pero sí pueden someter a escrutinio la gestión del Comité, controlando sus cuentas. Ya que, en consonancia con esta peculiaridad, los Packers son la única franquicia americana que está obligada a hacer públicos sus libros contables.

De todas formas, los accionistas, que no reparten dividendos (todos los beneficios se reinvierten en el club), tienen claro que la denominación de acciones de sus títulos es más formal que real. Es decir, más que una inversión, la compra de participaciones es una aportación. Aportación que, por otro lado, ni siquiera asegura un abono, ya que el accionista no tiene preferencia sobre el no accionista a estos efectos.

En la última emisión de acciones, a pesar de todo esto, no hubo problemas para vender todos los títulos. Fue la quinta de la historia de la entidad, lanzada en el año 2011 y concluida en febrero de 2012. Las acciones costaban 250 dólares y, de nuevo, la ampliación de capital fue un éxito. Existió una demanda más que suficiente para cubrir la oferta. Se vendieron en total casi 269.000 acciones. Al final del proceso, existían 250.000 nuevos accionistas, de manera que hoy son 360.584 los propietarios del club, que se reparten un total de 5.044.557 acciones. Ya no son exclusivamente los ciudadanos de Green Bay, sino que se ha aprovechado el tirón romántico de ese sistema de propiedad y se han recibido peticiones de todo el mundo. Lo que ha desvirtuado en parte su condición de equipo propiedad de la ciudad pero, como contrapartida, ha reforzado su estatus de caso especial y ha asegurado su viabilidad económica. Con los ingresos de la última ampliación de capital se financiaron, por ejemplo, las obras de ampliación del Lambeau Field, su estadio, por más de 60 millones de dólares.

El régimen de propiedad de los Packers constituye una sorprendente excepción en el mundo del deporte profesional americano. No tiene un dueño, tiene 360.000 dueños. Una gigantesca empresa que celebra sus Asambleas anuales en el propio estadio. Y en el que, indudablemente, los aficionados toman parte por motivos sentimentales y no económicos o incluso medianamente racionales. Nadie espera obtener, de una inversión que como mínimo es de 250 dólares (unos 220 euros), otra cosa que la satisfacción personal de ser propietario de un equipo de football. De participar de ese proceso romántico de ser dueño de un equipo diferente al resto.

Hasta donde yo conozco, ésta es la única experiencia de copropiedad plena de clubes deportivos al máximo nivel competitivo, en un deporte mayoritario, que conozco. Se han producido experiencias similares en clubes de menor nivel, equipos de fútbol de ligas menores. Tal vez la experiencia que más cercana nos resulte la del Real Oviedo, que inició una campaña similar, que tuvo mucha repercusión mediática. Como resultado, ahora el 40% del capital social está en manos de pequeños accionistas. Pero era un equipo de Segunda B cuando se acometió, y el importe desembolsado por estos pequeños accionistas fue de dos millones de euros. Nada que ver con los Packers. Ni tampoco con lo que ahora demanda el Elche.

Ahora bien, ¿sería este modelo trasplantable, o asimilable, al Elche CF de alguna manera? Esa ya es una cuestión mucho más difícil de determinar. La estructura jurídica de la entidad sería similar al que ya se aplica a la SAD actual: accionistas propietarios de una entidad deportiva. Pero la filosofía, el espíritu, debería ser completamente diferente. ¿Sería posible generar ese compromiso ciudad/equipo? ¿Ese valor añadido sentimental que haga primar el orgullo de ser propietario de tu equipo al riesgo del desembolso económico? A priori, es necesario reconocer que existen varias diferencias que alejan un modelo del otro.

· Este sistema se encuentra en el origen mismo de la sociedad deportiva en el caso de los Packers. Nació, hace ya casi 100 años, como una empresa propietaria de un equipo. Por lo que partía de cero. Todo lo que se hiciera, bien o mal, en la gestión del equipo, era resultado de sus decisiones. Eso no sucede en el caso del Elche, en el que se trataría de un proyecto que nacería lastrado por unas deudas de ¿40? millones de euros, fruto de una gestión que, con este resultado, es imposible no calificar de desastrosa.

· La inversión (más bien la aportación a fondo perdido, como una cuota de ingreso) en el caso del deporte americano asegura que siempre se corresponderá con la propiedad de un equipo que compite al máximo nivel deportivo. Algo que no se puede asegurar en el caso del Elche CF, que podría descender en cualquier momento, devaluando el valor de la sociedad.

· Desde el inicio, el ciudadano de Green Bay asumió que, sin ese desembolso, si ellos mismos no se decidían a formar esa sociedad, la ciudad no tendría a un equipo de football que compitiera en la liga que se iba a crear. Es decir, decidió tener un equipo y adoptó las medidas necesarias para conseguirlo. Eso es algo que en Elche no se produce, puesto que ya tenemos equipo. Siempre lo hemos tenido. Y ha sido así sin tener que hacer, colectivamente, la inversión necesaria para tenerlo. Hemos disfrutado, y seguimos disfrutando, de fútbol al máximo nivel sin tener que correr, realmente, con el gravamen de mantenerlo. No porque no haya existido, sino porque, hasta este momento, otros han corrido con esos perjuicios. Empresarios que un día decidieron asumir el destino del club, y que aportaron patrimonios personales, y dedicaron tiempo a que así fuera. No nos engañemos. El 99% de los aficionados del Elche no hemos soportado grandes inversiones para que el Elche CF siga vivo. Pero no porque no se hayan tenido que hacer, sino porque han sido otros los que han corrido con la cuenta de los gastos. Y nos hemos acostumbrado a ello. Tanto que, incluso, nos permitimos el lujo de pedir a todos y cada uno de los que han ostentado responsabilidad en el club, ahora, hace un año, hace cinco o hace veinticinco años, que, en momentos de dificultad, económica o deportiva, aporten más dinero de su bolsillo para que el club siga vivo. Como si la solución a las crisis periódicas fuera que otros nos pagaran el fútbol de los domingos. Tanto que, incluso, cuando alguien que ha personalizado esta aportación a fondo perdido en el club en su máxima expresión, pide que el esfuerzo se reparta entre todos, nos permitimos el lujo de criticarlo, de acusarlo, e incluso de hacer burla de la propuesta.

Como resultado de todo ello, mi percepción personal es que nos encontramos con dos inconvenientes que, en este momento, parecerían insalvables para que esta fórmula, o alguna que se le asemejara, fuera viable:

1) La desconfianza. A corto plazo, en este Consejo. A largo plazo, tal vez en cualquier Consejo, viendo el resultado económico que han dado todos y cada uno de los Consejos que, desde que se creó la SAD, han existido. ¿Quién va a querer meter dinero en el club si lo siguen gestionando quienes dijeron que preveían ganar 8 millones de euros en un año, y al final no sólo no los ganaron, sino que perdieron otros 8? ¿Quién va a entregar su dinero a aquellos que señalados incluso por la patronal de la Liga como autores de diferentes irregularidades? ¿Quién, en resumen, va a aceptar invertir en una empresa llevada a la quiebra por sus gestores, mientras estos gestores continúen? Absolutamente nadie. Hoy en día, creo que podemos asegurar con total certeza que una aportación económica de apoyo a la actual dirección del club es de todo punto imposible.

2) En segundo lugar, el propio problema económico, aportar un dinero del que, más en esta situación económica de crisis que padecemos, es evidente que no todo el mundo dispone. No se trata sólo de que la aportación, diluida en más o menos meses para ser devuelta, sea de mayor o menor importe. Se trata de reconocer que, en un momento en el que muchas familias se han visto forzadas a privarse de muchos más gastos de los que hubieran pensado alguna vez, el propio concepto de efectuar un desembolso para algo tan etéreo como financiar un equipo de fútbol (ni siquiera sacar el abono para ir a ver los partidos, que es algo más tangible), más allá de que sea por mayor o menor importe, parece algo difícilmente asumible desde un punto de vista moral.

Así las cosas, ¿habría alguna forma de salvar esos dos escollos? ¿O la situación es irreversible y ésta será una vía muerta? Cualquier posible viabilidad de una figura de este tipo debería partir de una serie de puntos de partida, en mi opinión:

1. Recuperar la confianza en los gestores. Es imprescindible que se vuelva a generar confianza en el potencial aficionado para que tan siquiera sea capaz de plantearse participar en el proceso que se abriera. Es un presupuesto ineludible. Y esta recuperación sólo podría partir, a mi juicio, de la dimisión del actual Consejo de Administración y el nombramiento de una gestora que fuera la que dirigiera el proceso a abrir a continuación. Veo imposible que, sin credibilidad en quien deba hacerse responsable del proceso, alguien pueda confiar en él. Y la credibilidad de los actuales dirigentes es inexistente. Por eso, el primer paso sólo podría ser la sustitución de estos representantes, nombrando a un grupo de personas que cuenten entre la masa social blanquiverde del suficiente prestigio como para que se pueda confiar en ellos para este proceso, que debe concluir con la reestructuración del club. Gente nueva, fresca, sin ataduras con procesos anteriores. Con capacidad de gestionar el proceso de transición del club. No podemos ser tan ingenuos como para desconocer que la desaparición de la cabeza visible de la entidad sería un salto hacia el abismo, antes de saber si tenemos paracaídas. Pero, ¿no estamos ya dos pasos más allá del borde del precipicio? ¿No hemos rebasado ya, hace tiempo, la última barrera de seguridad que evitaba que nos despeñáramos? Tal vez esta medida sólo acelerara un proceso que ya es inevitable, no puede desconocerse el riesgo. Pero, si queremos conseguir grandes cambios, debemos empezar por cambiar, desde el principio, lo más grande. Para, a continuación, seguir de arriba abajo, y no al revés. A continuación, auditar las cuentas del club antes de iniciar un proceso de regeneración. Exponer de verdad hasta dónde llega la enfermedad. Sin conocer qué órganos están afectados y qué funciones están impedidas es imposible aplicar medidas que permitan curarnos. No es posible esperar que nadie recupere la confianza en la entidad si no existe un conocimiento pleno de la situación en que se encuentra realmente, y eso sólo puede conseguirse publicando su información y haciéndola accesible a todo el mundo. Nadie se arriesgará a invertir en la curación del enfermo si antes no sabe qué le pasa. Y, con ello, diseñar un plan para reestructurar la Sociedad íntegramente, y cambiar su sistema de funcionamiento.

2. Movilizar el sentimiento. Nadie va a arriesgar un solo euro de su patrimonio, tenga muchos o tenga pocos, en un equipo de fútbol pensando en un hipotético beneficio futuro. Si esta operación tiene alguna vez éxito, éste sólo podrá venir guiado por la recuperación del sentimiento de ser únicos. De ser únicos hoy como ya lo fuimos antes. Creo que esa es la única llave hacia la viabilidad de un proyecto de esta envergadura. El orgullo. El orgullo de estar protagonizando un proceso de popularización de una sociedad deportiva de alto nivel que no tiene comparación en el mundo del deporte profesional en Europa. El orgullo de saber que somos diferentes. El orgullo de conseguir aquello en lo que todos los demás han fracasado. ¿Cuántas SAD surgieron con la voluntad de que fueran los pequeños accionistas los que tomaran el control de la Sociedad? Prácticamente todas han apelado a ese sentimiento. ¿Cuántas lo han conseguido? Ninguna. El orgullo de ver que mientras en nuestro alrededor las aficiones ni están ni se las espera mientras el club se muere (Alicante), o sólo reaccionan cuando ya es tarde (Murcia), nosotros, los aficionados, pudiéramos ser capaces de salvar al club. El orgullo de ser, de verdad, propietario de tu equipo, y no un accionista perdido, un número en una asamblea general. El orgullo, en definitiva, de ser el primer club de fútbol del mundo controlado de verdad por sus aficionados. A todos se nos llena la boca hablando de la Cooperativa, o de la Asamblea del Gran Teatro pero, ¿qué papel real tuvo la afición en esos dos procesos de los que tanto nos gusta presumir? En el primero de ellos, ninguno. Fueron los propios futbolistas y los directivos de la entidad los que idearon la fórmula y los que arriesgaron su trabajo para salvar al club. La afición miró desde fuera. Y en el segundo, la afición sí catalizó el proceso, asistió masivamente a la Asamblea, aclamó a sus líderes… Pero fue una persona concreta, encabezando el proceso, apoyado por un grupo reducido de acompañantes, los que corrieron con la factura. De nuevo, el aficionado de a pie no sufrió el gasto. Buscó a alguien que lo hiciera, y tuvo la fortuna de encontrarlo. Creo que ya está bien de mirar siempre hacia otro lado cuando las cosas vienen mal dadas. De buscar al político de turno. Al empresario de turno. De buscar que sea otro el que ponga el dinero y la cara para que se la partan (y a fe que les hemos partido una cosa y la otra a todos los que por aquí se han asomado). Es hora de asumir que, o apechugamos de verdad, y demostramos eso de lo que tanto presumimos, o nos quedamos sin Elche CF. Hasta ahora nos hemos limitado a mirar, a pagar el abono, a aplaudir o a silbar. Ya ha llegado el momento de que hagamos algo más. Y se tiene que acabar el rencor. El razonamiento de yo no pongo mi dinero para salvar la debacle que han creado otros. Porque ese razonamiento resulta tan discutible como suicida. Yo no lo pongo. Tampoco va a venir nadie a ponerlo. Y el que lo ha perdido creo que es más que evidente que tampoco lo va a hacer. Entonces, ¿qué nos queda? La desaparición. Si no enfocamos el problema desde un punto de vista de búsqueda honesta de una solución viable, el problema no tiene solución. Y, por mucha razón que podamos tener, nos quedaremos con la razón y sin equipo. Ahora bien, el que quiera seguir escondiéndose en ello, que asuma las consecuencias después.

3. Diseñar un plan de actuación. Sinceramente, creo que establecer una hoja de ruta, si de verdad se consigue la movilización social necesaria que respalde esta opción, no debería ser lo más complicado. Aunque no hay que olvidar que dificultad habrá, y mucha, para que se pueda llevar adelante un proceso más de sentido común que de ingeniería empresarial pura y dura. Cronológicamente, y como ya se ha adelantado, entiendo que habría que:

a. Pactar con el actual Consejo un traspaso de poderes hacia un Comité Gestor que tenga el pleno respaldo de la masa social del club. La colaboración del Consejo es obligatoria. Sin ella, no hay viabilidad alguna.

b. Nombrar a este Comité Gestor que, en primer lugar, mantenga, al menos, al enfermo con respiración asistida hasta que le pueda operar. Y, posteriormente, diseñe la operación necesaria para recapitalizar al club y la gestione hasta culminarla.

c. Establecer un proceso de ampliación de capital que, por un lado, determine el valor actual de las participaciones de la SAD, adaptándolas a su valor real, teniendo en cuenta la deuda; y, por otro, determine el capital social mínimo que habrá de cubrirse para garantizar la viabilidad del club. De forma que la composición accionarial actual, ya que está claro que no va a ser la solución, no sea tampoco un obstáculo a que se alcance una fórmula de viabilidad.

d. Presentar eficazmente ese plan a la masa social con el fin de lograr el apoyo social imprescindible para llevarlo a cabo. Explicar que la SAD dejará de ser una propiedad en manos difusas (para ello, la configuración actual de la Fundación debe ser anulada; es un órgano perfectamente válido como Senado del club, pero nunca debió ser utilizado para pantalla ni como escondite de acciones para manejar a distancia la SAD). Y que pasará a ser algo de verdad propiedad de todos. Y diseñar un sistema de aportaciones económicas para la suscripción de participaciones que, en los términos que ha expuesto Francisco Borja, o en los que se compruebe que son los más favorables, con la colaboración de entidades financieras. Y sin descartar la posibilidad de que las aportaciones permitan futuros beneficios en la adquisición del abono (rebajas proporcionales a lo abonado anualmente, anulación de jornadas económicas…), como forma de hacerlo más digerible.

e. Convertir a la SAD en una sociedad, de facto, sin ánimo de lucro, cuyos hipotéticos beneficios siempre reviertan en la propia Sociedad. Crear un sistema de funcionamiento abierto, público, con limitación temporal de representaciones electivas; pero con una estructura interna laboral fija y con atribuciones, responsabilidades y retribuciones claras.

f. En resumen, convertir la futura SAD en una figura completamente distinta a la que es ahora. En la que cualquier aficionado se pueda ver reflejado, en la que pueda confiar, y en la que entienda cómo funciona su gestión.

Obviamente, estas líneas no son más que el fruto de una reflexión más o menos apresurada, que sólo intenta constituir un acercamiento a un problema complejo, que me afecta personalmente como creo que afecta a cualquier aficionado blanquiverde que así se sienta de verdad. Que no quiere que cualquier posibilidad de salvación, por pequeña que sea, por difícil que parezca, caiga en saco roto y no sea, por lo menos explorada e intentada. Se pretende ser un punto de partida, abierto a todas las aportaciones, sugerencias, críticas o comentarios que vayan encaminados a aportar. Todos serán bienvenidos.