martes, 28 de julio de 2015

A POR MI SEGUNDO IRONMAN. I LA PREVIA

Ya estamos otra vez aquí. Un año y un mes después, y a punto de salir para Holanda a disputar el que será mi segundo Ironman. Como esta vez ya estáis sobre aviso, todo podrá ser más breve. Y me limitaré a hacer una entrada pre-carrera y otra post-carrera. Así que de eso va esto, de contar historias, reflexiones y demás previamente a que me embarque en mi segundo Ironman.

La decisión

Cuando terminé el Ironman de Niza tenía firmemente decidido que sería el último que haría. Never again. No me vuelven a pillar a mí por aquí ni harto de vino. A la mañana siguiente las cosas ya se veían con más perspectiva. A lo mejor en unos años, con más tranquilidad… Al volver a Elche ya empecé a pensar en esta carrera, quizá la otra. Al final, opté por el IM de Copenhague, en agosto, porque esta vez me apetecía ir con la familia y pasar unos días después de vacaciones. Pero cuando fui a inscribirme, en octubre, ya estaban agotadas las inscripciones –abiertas dos semanas antes-. Las opciones eran menores y me inscribí en Zurich, el 19 de julio. Estábamos en octubre.



Sin embargo, en diciembre abrieron un Ironman nuevo, en Maastricht, el 2 de agosto. Me venía mejor la fecha, ya que después podía coger vacaciones con más tranquilidad que en Zurich, y trasladé la inscripción a esta prueba. Así que quedó definitivamente cerrado, hace apenas tres meses, que el objetivo sería Maastricht el 2 de agosto. Un Ironman en el que se nada en el río Mosa, luego el circuito de bici discurre parcialmente por el recorrido de la Amstel Gold Race, mayormente plano pero con dos subidas a Cauberg Hill, cortas pero con desniveles del 12 y el 13%, y finalmente una carrera a pie de tres vueltas por Maastricht, llena de repechos. Después pasaremos unos días por la zona, que está al lado de todo: Bruselas, Brujas, Amsterdam… ¡Incluso de Bastogne! a donde pienso ir sí o sí (vease Hermanos de Sangre para entenderlo).

El entrenamiento

Empecé en septiembre la preparación, con tiempo por delante y centrándome al principio más en la carrera a pie, que fue donde peor lo pasé en Niza. Corrí la media de Santa Pola primero, y de Elche después, haciendo mi mejor tiempo hasta hoy, en diez años corriendo medias maratones. A final de marzo hice el primer triatlón de la temporada, el de distancia olímpica de Elche, disputado en Arenales. Aceptablemente en el agua, bien en la carrera, pero mal en la bici. Un mes después fui a Jumilla, a un Half, y tres cuartos de lo mismo. Aunque rebajé más de media hora mi tiempo en el Arenales 113 del año pasado, no pude acabar contento. Pasable, tirando a flojo en el agua, mejor en la carrera a pie, pero desastroso en la bici. Lo cierto es que este año, hasta esa fecha –final de abril- había hecho menos bici, y sobre todo menos salidas largas, que el año pasado. Al no haber tantos compañeros del club preparando Ironman este año, he tenido muchos más entrenamientos solitarios. De los más duros de este año, sin duda, la media maratón de Almansa en transición, con 130 kilómetros de bici a un ritmo muy duro para mí, que luego pagué en una carrera con mi peor tiempo de siempre en media (curioso, en cuatro años he batido mi mejor y mi peor marca en media maratón). También una tirada larga a Aguilas en bici, 152 kilómetros a final de junio más 10 de carrera al llegar, con mucho calor.



En conjunto, he entrenado menos que el año pasado. 260 días de entrenamiento este año frente a 273 el pasado. 295 sesiones de entrenamiento frente a 321. 130 kilómetros de natación frente a 180. 3200 kilómetros de bici frente a 4600. Y 1100 de carrera a pie, frente a 1050 el año pasado. En conjunto, menos horas, menos entrenamientos, menos distancia. También debo decir, en mi descargo, que pasé un par de meses un tanto complicados a nivel personal con una mudanza y muchas horas perdidas para entrenar en el proceso.

A pesar de lo cual, y lógicamente, me encuentro este año mejor que el pasado en conjunto. Ya que ese entrenamiento ha sido sobre la base del que hice el año pasado, en el que en bici y en natación empezaba de cero. Y, paradójicamente, a pesar de entrenar menos, me siento psicológicamente más cansado que el año pasado. Llego muy agotado, y con muchas ganas de correr. El domingo veremos.

El Ironman

Antes de despedirme querría hacer unas reflexiones acerca de lo que significa para mí enfrentarme a esta prueba. La gente con la que hablo sobre esto –y que no está también metida en el triatlón-, se divide en dos grupos: los que me dicen eres gilipollas, cómo se te ocurre hacer eso, te vas a matar; y los que no lo dicen, pero lo piensan. Creo que es casi unánime, fuera de la gente que se dedica a esto –y entre la que hay muchos, también, que te miran por encima del hombro cuando confiesas tus miserables tiempos, que dan apenas para pasar los cortes-, pocos entienden el por qué de esta opción. Intentaré explicarlo. A lo mejor, mientras lo hago, también acabo entendiéndolo  yo.



Un día de esos de entrenamiento largo en solitario, empecé a pensar que hacer un Ironman me ha cambiado la vida. Es decir, me ha modificado el carácter. Luego lo he consultado con gente cercana, y me ha dicho que sí, que piensa que es cierto, que he cambiado un poco. Creo que ahora veo las cosas de otra forma. Me he vuelto, tal vez, un poco más paciente, más tranquilo. Siento que soy capaz de relativizar determinadas cuestiones que antes no podía, que me enfrento a cualquier situación de una manera diferente. Tal vez no sea así, y sea sólo una percepción mía, distorsionada por mi subjetividad. O tal vez sea cierto, y sí que me ha modificado el carácter. No lo sé. Estar después de cuatro horas, cuando el sillín empieza a doler en el culo, pensando, aún quedan otras once horas de sufrimiento por delante… tiene que afectarte en algo, me parece.

Pero quiero creer que enfrentarme a este reto, y superarlo –pase lo que pase este año, en Niza ya demostré que era capaz de terminar, a pesar de todo-, me ha dado un punto de vista distinto sobre ciertos procesos vitales. Toma de decisiones, reacción frente a dificultades, pragmatismo a la hora de valorar opciones… En cualquier caso, así lo siento yo.

Cada uno se enfrenta a sus demonios interiores a su manera. Hay quien consigue dominarlos trabajando catorce horas al día. Hay quien lo hace a través de hobbies absorbentes, en los que encuentra la felicidad que no le da otros aspectos de su vida. Hay quien se refugia en el alcohol, o en la droga, para no enfrentarse a ellos. Quiero pensar que yo he encontrado la forma de tenerlos controlados mediante la extenuación física, mediante el sometimiento del propio cuerpo a un nivel de exigencia fuera de lo corriente. A mí sí me ha servido personalmente.


En cualquier caso, y como me dijo mi amigo Kiko un día, si alguien te pregunta por qué haces Ironman dile: “Es una forma de vida. A eso no podrán responderte y se acabará ahí la cosa”. Así que, así lo hago. Es una forma de vida.