jueves, 27 de noviembre de 2008

Media Maratón de Elda y próximas carreras

El domingo pasado corrí mi decimotercera media maratón y fue en Elda, donde no había estado. De hecho, de las 13 medias que he corrido sólo he repetido la de Elche -tres veces- y la de Santa Pola -dos veces-. El resto han sido diferentes: Benidorm, Petrer, Elda, Aspe -donde sí espero repetir este año-, Torrevieja, Lorca, Alcantarilla y Molina de Segura.

La mañana empezó medio regular, ya que cuando llegué, sobre las 9 de la mañana, hacía mucho más frío del que pensaba. El coche me marcaba 9 grados, pero el viento del norte hacía que la sensación fuera de mucho más frío. Y yo con pantalón corto y camiseta de manga corta. Como no me va mucho pasar frío, me compré una camiseta de manga larga en un puesto que había allí y medio me apañé. La conjunción cromática con el pantalón que llevaba -verde no era muy allá, pero me apañé. La verdad es que luego, conforme avanzó la carrera, el sol calentaba más y, salvo un par de sitios, donde el viento frío pegaba de frente, la verdad es que no hacía mal tiempo.

Sí me sorprendió no ver a mucha gente de Elche por allí. Lo cierto es que apenas había corredores del KM 21, que suelen ser frecuentes en estas citas cercanas. De hecho, sólo conocía a dos personas de las que corrían. Al Negro, Alberto, de Elche, y a María, de Guardamar. Como el Negro es muy feo, mejor hacerme la foto con María, y ahí nos tenéis a los dos antes de la carrera, todavía muertos de frio. Luego fuimos toda la carrera casi pegados y entramos al mismo tiempo a meta.


En cuanto a la carrera, no creo que repita. Lo mejor de todo fue la organización, todo funcionó muy bien: los accesos, el aparcamiento, la recogida de dorsales, los vestuarios, el guardarropa, la señalización de la carrera, los avituallamientos... Lo que no me gustó fue el recorrido: tres vueltas por Elda, con muy poca animación, se hace bastante aburrido al final. Hice 1:47:36, casi mi mejor tiempo, que es de 7 segundos menos, el año pasado en Petrer. Sinceramente, esperaba acercarme al 1:45, pero no las tenía todas conmigo. Me sentí bien casi toda la carrera pero el último kilómetro, con el viento de cara, se me atragantó, y ahí me dejé casi un minuto. Pero, en conjunto, buenas sensaciones.
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De ahora en adelante, tengo casi todo el calendario cerrado. Estoy ya inscrito a las medias de Aspe -21 de diciembre-, Santa Pola -18 de enero- y al maratón de Barcelona -1 de marzo, empiezo con la preparación en diez días-. Además, quiero hacer la media de Orihuela -el 8 de febrero- ya que me viene perfecta en mi preparación de Barcelona. Luego haré la de Elche -29 de marzo- y me gustaría hacer también la de Almansa, en mayo, donde no he estado nunca y que todo el mundo habla muy bien. Y tengo la duda de una carrera que me ha mandado esta mañana Paco Navarro. Es una media maratón de montaña el próximo día 14 de diciembre, en Calpe, Serra d'Oltá, subiendo el Peñón de Ifach. Me apetece hacer una carrera de estas de montaña, a lo mejor me apunto. Me lo pensaré un poco.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Hoy es el primer cumpleaños del blog

Pues eso. Que hoy hace ya un año que empecé a escribir este blog. Lo empecé porque quería revisar mis primeras impresiones escritas del día del maratón de NY, respecto al que, tras releer las primeras crónicas que hice, me quedé con mal sabor de boca. Demasiado en caliente. Así que conté la historia de manera más extendida, con fotos, y con un poco de perspectiva.
En este año he ido contando cosas que me han pasado, que no me han pasado o que espero que me pasen. Ha habido entradas entrenidas y auténticos ladrillos. Canciones que os han gustado y otras que no venían a cuento.
Lo cierto es que muchas veces me planteo, ¿para qué hago esto? ¿Cuál es el objetivo? Muchas veces me da un poco la depre y pienso, aparte de Syl -gracias, monja-, que es la más asidua, de Haruki, de Revuen, de Kele, de Mauri o de Paco -y, a lo mejor, de alguno más que no recuerdo-, no parece que lo que aquí escribo interese mucho.
Como vereis, he puesto un mapita en la parte superior derecha de la pantalla. Supuestamente, recoge los puntos desde los que se ha conectado alguien al blog en las últimas fechas. Digo supuestamente ya que, me ha registrado visitas de Japón, Singapur, Malasia, India, México, Colombia, Argentina, Chile, EEUU, Francia, Alemania... además de muchas de España. Y, sinceramente, dudo mucho que alguien en todos esos sitios tenga el más mínimo interés en lo que escribo.
Por eso, os voy a pedir un favor, como regalo de "cumpleaños". Cuando entreis, aunque haya sido por error, hacerme un comentario, por pequeño que sea -"hola", "feliz cumpleaños", "eres un pedante insufrible"-, sin decir quién soi si no quereis. Y así sabré que, aunque no a todo el mundo le interese comentar algo, es cierto que de vez en cuando alguien, además de los 8 ó 10 que ya conozco, se toma la molestia de pasar por aquí. Gracias.
De momento, yo ya he encontrado quien me cante el cumpleaños feliz.

martes, 18 de noviembre de 2008

Rugby

Os transcribo a continuación un excepcional artículo sobre el rugby que he leído en este blog http://ornat.blogia.com/2008/111601-cosa-nostra.php. Si habeis jugado al rugby -especialmente en la delantera pero, realmente, da igual el sitio- leedlo obligatoriamente, os va a gustar mucho. Si no habeis jugado pero os gusta, también os lo recomiendo. Y, si ni os gusta el rugby ni pensais que os interese el tema, pero os gustan leer artículos bien escritos, también deberíais echarle un vistazo.
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El rugby es como la mafia, pero sin asesinatos. Está basado en la lealtad, el honor, la conciencia grupal, los ajustes de cuentas, el tráfico de sustancias y los parentescos inventados. Es una famiglia. Sobre todo en la delantera, aunque se han documentado casos de amistades morganáticas con la gente de la línea, esa gente. Conforme el número de la espalda crece hacia el 15, aumenta la desconfianza de los delanteros, que componen la infantería con traje y corbata negros, como reservoir dogs. La vida debería ser como una melé, pero con colonia para niños. No hay caretas y todo el mundo se conoce bien. Al que se pasa de la raya, se le ajusticia en la siguiente ocasión de forma que parezca un accidente. Los demás callan, otorgan, participan o calculan dónde y cómo reparar los daños. La ley del silencio la entiende todo el mundo. Hay que descreer de los delanteros que hablan con el contrario.
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Fuera de la melé, el universo se torna voluble y desleal, y cualquiera sabe que conviene desconfiar de sus normas y aún más de la corrección política: que ahora no se puede pisar y que el balón tiene que salir rápido por el bien del espectáculo. Esas cosas. Fuera de la melé, todo el mundo es un extraño o se comporta como tal. El 10 suele venir de otro país, de otro rango social, profesa religiones de moda y bebe Aquarius después de los partidos. Su única posibilidad consiste en haber nacido en Ejea, aunque su apariencia continúa siendo extraña porque se comunica en ese idioma que se habla en Ejea y que sólo le entienden sus paisanos y el 12, su lugarteniente, el tipo feroz que le hace el trabajo sucio. Nuestro 10 es de Ejea de los Caballeros, un lugar repleto de truhanes: por eso juegan tan bien al rugby. Truhanes y caballeros. Las labores del 10 en el campo se reducen a cuestiones funcionariales o de poco calado, como recitar contraseñas numéricas, hacer extrañas señales con los dedos por la espalda a los chicos de la diagonal y utilizar términos como cruz, salto, falsa o toda, convenientemente mezclados para impresionar a los que le escuchan. Cuantos más balones se le caen, más aprecio le tienen los delanteros, que se dan el gusto de volver a la melé. Además de eso, el 10 patea a palos siempre que no haya un delantero que pueda hacerlo, lo que suele ser raro porque en el paquete menudean los superdotados. El 10 acostumbra a quejarse de que los delanteros se interponen en la línea de pase entre él y el 9. Y amonesta a los que lo hacen, explicándoles la necesidad de mantener limpia esa vía de salida. Los delanteros asienten y por dentro sonríen. Todo el mundo sabe que se trata de un comportamiento deliberado: el 9 sólo debería abrir la pelota cuando los delanteros lo decidan o se hayan divertido lo suficiente con sus tuercas y tornillos, jugando al enredo con los cuerpos y la pelota. Hacerlo al revés constituye otra de las muchas perversiones que el espíritu del juego ha sufrido desde su nacimiento.
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El 12, el primer centro, puede ser el único jugador que un delantero respeta en toda la línea de tres cuartos. De hecho, juega en una posición envidiable si no fuera porque no participa en las melés. Dicen que hay un segundo centro, pero no está demostrado. Así como podemos constatar la existencia de dos pilares, dos segundas (que entre los dos no suelen hacer medio), dos flanker y dos alas, la existencia del segundo centro, sospechamos, no pasa de ser una formulación teórica de los entrenadores, que han inventado la figura para desconcertar a los que juegan y sostener así su presunta ascendencia sobre el grupo. Si el segundo centro de verdad existe, constituye un ente innombrable y el sentido de su vida consiste apenas en darle conversación al ala. Nadie ha confesado jamás haber hablado con un ala en el campo de juego, por tanto el segundo centro no existe. ¿De qué se habla con un ala, en cualquier caso? Si te los encuentras en el tercer tiempo te parece estar metido en un ascensor y sólo se te ocurre comentar el tiempo: “Qué buen día hacía hoy para jugar, eh”. Cuando los ves pasar cerca en el campo, a los alas dan ganas de preguntarles por la familia: si ya se casaron o qué tal están sus padres.
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El 12, sin embargo, es otra cosa. El primer centro o inside pasa el tiempo en una violenta dicotomía vital que consiste en chocar contra las paredes y aplastar a los hombres. No se les puede dejar solos en una habitación y suelen dormir en cuartos mal ventilados. De ahí sus angustias. Morfológicamente, el 12 tiende a una engañosa redondez corporal y acostumbra a sufrir el síndrome de la bala de cañón: cuando se lanza en velocidad quiere arrancarle las piernas al que se cruce. Como buen depravado, le gusta sufrir y hacer sufrir. Aspira a placar y a que lo plaquen. Digamos que querría hacer las dos cosas al mismo tiempo y en cada jugada, si fuera posible. Es sexualmente hiperactivo y aficionado confeso a las parafilias. Tiene peligro dentro y fuera del campo. Fuera, hay que vigilarlo de cerca: lo mismo trata de intimar con una menor de edad que con el tercera de su propio equipo. En el campo son gente válida. Sí. En su psicopática mentalidad, el ideal de vida consiste en esta jugada: recibir la pelota, enfilar al apertura contrario, derribarlo, ponerle el sello en la frente al 12 rival, derribarlo, convocar a un par de terceras del otro equipo a la fiesta, cruzarles el codo en la boca, derribarlos y, cuando entrevé que el zaguero opuesto viene al cierre con intención de placarlo, soltar la pelota al primer amigo que pase por ahí, dejándose las manos libres para chocar felizmente contra el 15 o el muro del final del campo. Los primeros centros suponen casos extremos, muchachos que quieren placar también en el ataque y se las arreglan para hacerlo, aunque sea a costa de la lógica del juego. No faltan los que, cuando tienen la pelota, en lugar de buscar el intervalo que hay entre los hombres, buscan a los hombres que hay entre los intervalos, llegando a retroceder en busca de un contrario o ajustar la carrera para dejarse alcanzar y así poder atizarle a gusto al defensa. Naturalmente, un delantero ha de animar este tipo de comportamientos y aun ensalzarlos. También porque el primer centro observa la decente costumbre de romper cerca de los agrupamientos, lo que siempre es de agradecer. En fin, hay que reconocerlo: el centro es un hombre. No es un delantero, pero es un hombre. Todo no se puede tener.
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Otro de sus méritos es que está a tres números del zaguero, un tipo despreciable al que le gusta jugar con el pie, se mancha poco la camiseta y suele ser guapo. En ocasiones marca ensayos pero casi nunca es el hombre del partido. Por las noches, el zaguero gimotea en su casa porque no comprende esa contradicción: ser la estrella y que nadie lo reconozca. A menudo, los primeras líneas incluso ignoran cómo se llama el zaguero de su propio equipo. Cuando el entrenador recita la alineación, el primera línea se queda en el cuatro o el cinco. El resto de nombres apenas los oye. Está todavía calculando las señas verbales que ordenan las touches, en su inútil intento por memorizar si en las de campo propio que saca su equipo entran cuatro, cinco o todos, si hay mol, peel off, ruptura de la primera torre, pase a ras o palmeo al nueve. Por eso, porque tiene cosas mucho más importantes de las que ocuparse, asuntos que conciernen de verdad al bienestar de la familia, ningún primera línea que se precie recordará jamás el rostro del 15 contrario. Así como los leones y felinos depredadores poseen una visión con una delgada franja de enfoque horizontal, que les permite localizar a sus presas en el horizonte pardo de la sabana, la naturaleza ha dotado a los primeras líneas con una variación óptica: la profundidad de campo de su mirada es mínima. Enfocan al morrillo del pilar opuesto, la carne que rodea los trapecios y las zonas erógenas del cuello y los parietales, donde uno intenta hacer diana. O sea, hacer daño cruzando un cabezazo. La ciencia no ha explicado todavía esta particularidad de los primeros líneas. Los demás prefieren reírse de ellos y explicar que los balones se les caen de las manos porque son lentos, torpes o tienen un dedo del tamaño de dos. No es así: es que no ven, sin más. Los primeras viven en estricto primer plano y son felices con eso. Nunca han visto a un zaguero salvo en el vestuario. En el tercer tiempo, el tipo que jugó de 15 es como el público de la grada: gente a la que le gusta ver rugby, pero no les apetece llenarse de barro ni que les den golpes. En el fondo, hay que agradecerles que vengan y aplaudirles al final en reconocimiento a su tangencial labor.
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Ahora hablaremos del medio de melé, uno de los casos más terribles en cualquier equipo de rugby. El 9 opera en el paso fronterizo entre la realidad y la ficción, la melé y el resto del mundo. Cuando el entrenador divide a línea y melé, los nueves siempre se quedan un momento parados, tratando de descifrar a qué lado deben ir. Esa crisis de identidad los afecta, a veces de modo fatal. Todos sabemos que, en conciencia, el medio melé viene a ser un proyecto de delantero al que la naturaleza no lo dotó como es debido: no le llegaron los kilos, la altura ni la inteligencia para jugar en el paquete. Piensa demasiado. Lo obliga su equívoca condición. Dicho sin ánimo ofensivo, el medio de melé viene a ser un transexual, un caso de hormonas equivocadas. Se comporta como un hombre, está musculado, acostumbra a ser recio y muestra arrojo, aunque todo en un cuerpo resumido, sin la expansión fisiológica de un auténtico macho de la melé. Su jugada preferida lo denuncia: en cuanto puede, se mete en el ruck y maulla de felicidad cuando, mientras auténticos hombres lo aplastan y rodean, oye gritar a los que se han quedado donde debería estar él: “¡¡¡No hay medio, no hay medio!!!”. El pick and go consiguiente, que le da tiempo a levantarse y retomar sus obligaciones, lo devuelve a la realidad. El resto del tiempo va de aquí para allá detrás de los gordos y éstos le permiten que mande, que les diga dónde empujar y dónde no, siempre que no contradiga su propia opinión y les compre cervezas en el tercer tiempo. El medio de melé querría ser como los muchachos de la primera línea, por eso suele beber mucho y masticar con la boca abierta. Sus intentos pueden quedarse en lo patético. Los muchachos de la primera línea modelan sus cuerpos, ganan y pierden kilos con estupenda facilidad, saben bascular la barriga para diversión de los demás, satisfacen dos veces a las damas (cuando se ponen sobre ellas y cuando se quitan de encima) y, sobre todo, pueden dar de tetar a los bebés de su propio pecho. Además, cuando ya no producen leche porque la edad los ha traicionado, se van al gimnasio a endurecerse las aristas, mientras un endocrino les entrega una tablilla y les mide la grasa corporal. De pronto pierden 15 kilos y corren como si se hubieran comido una liebre. Los primeros líneas son longevos, juegan hasta los 40 y más allá. En la vida real, esa amoralidad metabólica de los primeros líneas contraviene la moda y da lugar a muchas opiniones. Es verdad que no pueden comprarse camisas en Zara, pero en el campo de juego su excelencia física supone una ventaja que se suma a otra de orden moral: los primeros líneas son los depositarios del rugby auténtico, original, primigenio y único. Eso no se puede negar...
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En el principio, el rugby fue un pack de 15 delanteros en inacabables moles de los que nunca salía la pelota. Rara vez. Si salía, quedaba transgredida de inmediato la naturaleza lógica del juego. Para qué correr. ¿Para llegar antes? ¿Acaso no da más gusto llegar empujando? Recorrer 35 metros arrastrando cuerpos, triturando carne, pisando cadáveres… Eso es un ensayo. Los ensayos por velocidad, contrapié y combinación quedan bien para las chicas de la grada y los espectadores de la televisión. Qué diferente de esas alegres montoneras articuladas en la que doce sujetos se derrumban sobre la hierba en la zona de ensayo, entre bufidos, pedos y ladridos de pedregosas gargantas. Al levantarse, al menos cinco de ellos proclaman haber sido los autores de la marca: yo tenía un dedo, el mol lo inicié yo, sin mi empuje jamás habríamos llegado, árbitro apunte mi nombre, soy el uno, bien gordos bien. Y otro sonríe porque fue el autor intelectual: jugamos con el segundo saltador, mol estable y empujamos hasta los almendros, les dijo antes de sacar la touche. En el Seminario, Angelito Largo definió las intenciones de una melé con esa frase: hasta los almendros, en referencia a los arbolitos que lindan con los campos de Tarazona y el fondo de la línea de marca. Quiere decirse que hay que pretar los culos y abrochar hasta perder la conciencia. Empujando hasta que se aflojen los esfínteres.
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En el fondo, la familia descansa sobre los hombros de los primeras líneas. Todos lo saben y lo reconocen en cuanto se emborrachan y se ponen cariñosos. Porque la gente, ahí afuera, sabe que puede contar con ellos. Si alguien deja una cuenta pendiente, le meten una cabeza de caballo en la cama al talonador contrario. Muéstrenme un zaguero capaz de eso.

martes, 11 de noviembre de 2008

Francisco Nixon en Elche

El domingo día 16 a las 19:00 horas -día y hora un poco raros, es cierto-, en el flamante Centro Cultura L'Escorxador, de Elche, actúa Francisco Nixon. Cantante primero de Australian Blonde y luego de La Costa Brava, está a punto de sacar su segundo disco en febrero, después de Es Perfecta, con una preciosa foto de Nadia Comanecci en la portada. A ella dedicaba también la primera canción del disco.
Allí estaré el domingo por la tarde, os lo recomiendo vivamente. Lástima que no haya podido ser La Costa Brava la que diera este concierto. Bueno, realmente, la lástima es por qué no pueden venir ellos, ya disueltos tras la muerte de Sergio Algora (q.e.p.d.), no que no puedan venir en sí.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Explicación accesible sobre la crisis financiera

Me encuentro con el siguiente vídeo en Youtube. Se trata de una entrevista de Buenafuente a Leopoldo Abadía, un señor genial que explica la crisis económica actual de manera cojonuda. Realmente, no tengo conocimientos de economía -me quedé en aquello de los cañones y la mantequilla- y, aunque lo que le oigo contar concuerda con lo que yo, más o menos, tengo entendido que pasa, me da la impresión de que acierta bastante. Pero, además de eso, es que tiene una forma de contarlo que engancha. Me parece un contador de historias excelente. Mira que yo no suelo aguantar estos vídeos largos de youtube, pero este lo he visto entero. Y me ha gustado mucho. Parece que es un fenómeno de internet, tal vez alguno de vosotros lo conozca ya. Para los que no, ahí os dejo la entrevista.


Si queréis saber más, el individuo tiene un blog en google. Pero un blog de verdad, no como éste, con millones de visitas. Tiene un diccionario de la crisis muy completo. Espero que os sea útil. Al menos, os divertiréis un rato.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Hoy hace un año

Pues, eso, que hoy hace un año que estaba en las campas de Fort Wardworth, pasando un frío moderado y esperando que sonara el cañonazo que marcara el inicio del maratón de Nueva York, mi primer maratón. A esta hora, las 7.30 en Estados Unidos, ya habíamos bajado del ferry de Staten Island y los autobuses nos habían llevado a la zona en la que los casi 40.000 participantes estábamos a punto de iniciar esta experiencia inolvidable.

Hoy, volviendo la vista atrás, me doy cuenta, fundamentalmente, de una cosa. Lo que desaproveché la ocasión. Mi ilusión era hacer mi primer -y, entonces no sabía si único- maratón en NY. Y, aunque resulta una idea bonita, que pude llevar a la práctica, lo cierto es que debutar en NY es como si a alguien que nunca ha bebido vino le dan su primer vaso de Vega Sicilia. Le podrá parecer mejor o peor, pero no podrá comparar, y, hasta que luego no haya bebido muchos otros vinos diferentes, no podrá apreciar lo que en su momento probó. Eso es lo que me ha pasado.

No pude apreciar la experiencia en toda su intensidad porque no tenía con qué compararla. Ni tenía tampoco la perspectiva suficiente para juzgarla. Hoy, después de varias carreras y un maratón más, voy poco a poco comprendiendo dónde estuve, por qué calles corrí -entonces, maldiciendo las aglomeraciones, en vez de disfrutar plenamente del ambiente-. Y empiezo, poco a poco, a sacarle el jugo que entonces no estaba capacitado para extraer.

Así que, en un rato, cuando a las 15:00 me siente delante de la tele para tragarme en Eurosport la retransmisión entera, primero la carrera femenina -donde disfrutaré de Paula Radcliffe-, luego la salida masculina y, después, las magníficas imágenes de esa salida majestuosa por el puente de Verrazzano, seguro que no podré evitar que la nostalgia me haga derramar unas cuantas lágrimas. Y me haga la promesa de que, igual que ese fue mi primer maratón, también será mi último.