viernes, 26 de septiembre de 2008

La abubilla de la familia

Desde hace ya muchos meses, tengo habitualmente abubillas en el jardín. Son unos pájaros muy bonitos, que suelen asombrar a los que vienen a casa. Suelen situarse en el cesped que hay al lado de la piscina y, si no se las molesta, se pueden tirar horas picoteando en la tierra comiendo insectos. A primera hora de la mañana, hay días que puede haber seis o siete al mismo tiempo y, realmente, es una bonita forma de levantarse.
Pero son muy huidizas. Sólo con estar a punto de salir, antes incluso de abrir la puerta de la calle, me ven a través del cristal y levantan el vuelo. Es muy difícil acercarse.
Pero, desde hace un par de semanas, tengo una abubilla casi doméstica. Digo casi porque, obviamente, no me puedo acercar tanto como para tocarla. Pero, para la desconfianza habitual de estas aves, acercarse a tres o cuatro metros de ellas ya es sorprendente. Aquí teneis una filmación que le he hecho estos días -antes de estas trombas de agua-:

Como veis, deja que te acerques bastante, pruébalo con otra y verás como en cuanto te vea de lejos se irá rápidamente.

Obviamente, no puedo asegurar que sea la misma abubilla la que llevo viendo tantos días seguidos. Puede que sean varias distintas. Pero sospecho que es la misma. A ver si nos ha cogido cariño y se queda más tiempo. En la poesía clásica china, la abubilla se describe como un mensajero celestial que a menudo trae noticias sobre el advenimiento de la primavera. La abubilla es considerada un buen auspicio en China gracias a su belleza única. A ver si es verdad. En cualquier caso, siempre resulta agradable tener visitantes así.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Viajes con el Elche: Madrid (III) Getafe y Leganés

El último grupo de viajes a Madrid agrupa dos que recuerdo especialmente. Cronológicamente, el más reciente fue a Getafe, antes de que el Getafe subiera. Nos metieron un 2-0 con poca historia, pero lo que más recuerdo es lo vacío que estaba el campo. El Getafe iba más o menos por media tabla y no llegaban a 2.000 los espectadores, contando unos 200 de Elche. Para los que luego dicen que no se hace mejor equipo porque la gente no apoya.

Pero el que más recuerdo, y por razones más dolorosas, es el partido en Leganés. Era el último del play-off de ascenso a Segunda A, temporada 92-93. Habíamos entrado como segundos de grupo, el entrenador era Lico, y nos tocó como primero el Leganés. De los cuatro primeros partidos ganamos tres y empatamos uno. Los dos últimos eran contra el Leganés, que había hecho lo mismo que nosotros pero con mejor diferencia de goles. El empate a puntos no nos servía. El partido en casa, con un Estadio con más de 20.000 personas, iba bien. Ganábamos 1-0 y aún nos anularon un gol legal. Pero en el descuento, minuto 93, en una falta lateral, Adolfo tira el fuera de juego pero el árbitro no pita -luego en las imágenes se vio que era efectivamente fuera de juego- y cuatro jugadores solos fusilan a Miguel. 1-1 y a jugárnosla en Leganés, donde sólo nos servía la victoria.

El Leganés era un equipo joven que había quedado campeón del grupo madrileño de Segunda B. Lo entrenaba el insufrible Luís Angel Duque que, si ahora es un chulo insoportable, imaginaroslo con 15 años menos y entrenando a un equipo con el que lo había ganado todo. Ahora anda de comentarista en la COPE, donde se permite criticar inmisericordemente a compañeros de profesión, con muchísima más experiencia y conocimientos que él, cuando las cosas le van mal dadas. Al igual que me pasa con los árbitros, se me revuelven las tripas cuando veo a entrenadores rajando de compañeros de profesión sin ningún tipo de comprensión hacia gente que, muchas veces por razones ajenas a su control, lo está pasando mal. Habiendo estado en un sitio tan desagradable con un banquillo, lo menos que se podría esperar es un mínimo de piedad hacia un compañero. Pero Duque es de los que hacen sangre del más débil.
En fin, que necesitábamos ganar en Leganés y la cosa se veía ya difícil. El Elche era un equipo muy veterano, y llegaba con la gasolina muy justa. Se perdió 3-0 ante un equipo muy superior, en el que destacaba especialmente Vivar Dorado, el 6 de junio de 1993. Fue una derrota muy dolorosa, después de una temporada muy ilusionante. Y buen reflejo fueron las lágrimas al final de partido de Marcelino, el hoy entrenador del Zaragoza y entonces centrocampista del Elche. Recuerdo que pasó a mi lado, en el césped -yo entonces estaba con el inalámbrico a pie de campo- y fui incapaz de meterle el micro, de lo desolado que lo veía. Es una de las imágenes que con más intensidad recuerdo de aquel día tan desgraciado.

sábado, 13 de septiembre de 2008

¿Frutas y vegetales?


Llevo tiempo viendo con estupor los anuncios con los que Minute Maid anuncia su nueva bebida, Vergelia, a la que anuncian así en las vallas y página web -y en la botella de al lado, no sé si lee bien-:

"Minute Maid Vergelia equilibra muy bien los ingredientes y el aporte nutricional de las frutas y los vegetales, creando una sorprendente fusión de sabores."

A ver, ¿qué son las frutas? ¿Animales? ¿Minerales? Supongo que vegetales, según la clásica división que yo aprendí en el colegio y que, me parece, todavía sigue en vigor. Es decir, que realmente se mezcla fruta -un vegetal- con vegetales. No es ninguna novedad que los zumos se hagan con vegetales, ¿no? Siempre ha sido así.

Dándole vueltas a esto -le doy vueltas a todo-, creo deducir que se tratará de un error en la traducción literal de la campaña que, supongo, a nivel internacional. Verdura, en inglés, se dice vegetable. Así que, si la campaña original habla de mezclar vegetables and fruit, tal vez se ha traducido literalmente, como hacíamos en el colegio, por vegetales y fruta.

Este error puede tener dos explicaciones: o el que tradujo la campaña es un incompetente, que no sabe que vegetable no significa vegetal; o bien lo sabe pero, a pesar de eso, decide mantenerlo, tal vez por razones de mayor impacto en el mensaje. Aun sabiendo que es incorrecto. Y despreciando la semántica de nuestro idioma y empobreciéndolo en una campaña de tanta repercusión.

No sé cuál de las dos explicaciones será la correcta, ni tampoco cuál me parece peor que la otra. Lo que sí sé es que, racionalmente o no, me ha predispuesto negativamente hacia el consumo de productos de esta marca: o son unos chapuceros o son unos ignorantes.

martes, 2 de septiembre de 2008

Lecturas veraniegas

Vaya aquí un repaso rápido a las lecturas de este verano -al menos, desde principio de julio, que es cuando empecé a leer en serio-, porque he encontrado alguna sorpresa notable que me gustaría comentar. Por orden cronológico.

En busca de Infamia. Lindsey Davis.
XVI novela de la saga de Marco Didio Falco, a la que, como es fácil deducir, estoy enganchado a las aventuras de Falco -tanto que le puse a un perro mio así-. Esta vez se lleva a toda la familia a Ostia a buscar lo que vendría a ser un periodista del corazón de la época imperial romana, y se lleva a toda la familia a esta villa, que fue el puerto de Roma en tiempos. Mantiene el tono entretenido de toda la saga, pero debo decir que ya noto cierto cansancio desde hace algunos títulos, y una repetición excesiva de ciertos esquemas. Ya estoy enganchado a los personajes, así que seguiré con ella.

Narrativa completa. Dorothy Parker.
Se trata de una recopilación de los cuentos y artículos periodísticos de Dorothy Parker, neoyorquina de principio del siglo XX, mujer adelantada a su tiempo y de la que, realmente, esperaba mucho más. He leído los cuentos y debo reconocer que no me han gustado demasiado. Alguno suelto me he merecido la pena pero, en general, eran previsibles y aburridos. Probablemente hace un siglo resultaban rompedores y muy provocadores -la imagen de la mujer, las relaciones sociales...- los argumentos y el desarrollo. Pero lo cierto es que hoy dejan bastante frío, por simplones y manidos.

Sputnik, mi amor. Haruki Murakami.
Tercera novela que leo de Murakami y, aunque me ha gustado mucho, no ha conseguido mantener el listón de las dos que había leído anteriormente, Tokyo Blues y Kafka en la orilla. Trata de un curioso triángulo amoroso entre un profesor de primaria -el narrador-, la mejor amiga de éste -de la que el protagonista está enamorado- y una mujer de negocios -de la que se enamora ella- con un trauma interior que desencadena un final de la novela muy en la línea Murakami, con una línea divisoria muy tenue entre realidad y ficción. Es una novela ágil, que se lee y que sigue cautivando con la misma escritura brillante y fluida de Murakami. Siendo una buena novela, el listón tan alto que tenía puesto en las otras dos -cada una en su estilo, ambas han sido de lo mejor que he leído- hace que, en comparación, pueda desmerecer un poco. Pero es muy recomendable y Murakami sigue siendo uno de mis escritores favoritos actuales -y el único que ha hecho doblete este verano-.
Pájaros negros sobre la catedral. Phillip Vandenberg.
Un regalo de mi santo, que cogí con cierto interés y que acabé con notable desgana. El enésimo libro sobre catedrales y Edad Media, conspiraciones de la Iglesia y héroes ingeniosos y astutos -en este caso, una mujer-. Lo cierto es que son historias aburridas, previsibles hasta la náusea y, aunque presuman de sorprendentes y de ingeniosas, son profundamente estúpidas e increíbles. Yo, que era aficionado a este tipo de literatura histórica, y especialmente de la Edad Media, hace 20 años, cuando se publicaba El nombre de la Rosa, El ocho o la saga de Los Hijos del Grial, debo decir que aborrezco de ella y ya no se me ocurre acercarme a este tipo de libros. Cada vez que lo he hecho últimamente -La Catedral del Mar, El Código Da Vinci, los de Matilde Asensi, El Señor del Caos...- he salido más que escaldado con estas historias tan simplonas. Tal vez me hago mayor y menos permisivo. O, probablemente, antes se escribían estas novelas de un modo notablemente superior.
Los hombres que no amaban a las mujeres. Stieg Larsson.
La gran sorpresa del verano. Venía precedida de una importante fama donde se ha publicado, así como una trama que, a priori, me atraía. Un periodista es contratado para investigar una desaparición producida hace casi cuarenta años en una pequeña isla. Contará con la ayuda de Lisbeth, una peculiar investigadora privada y una de las principales creaciones del libro. Corrupción financiera y violencia extrema se mezclan en una novela que engancha desde el principio y a la que, a mi juicio, le sobran las últimas 60 páginas. Tiene continuación en otras dos novelas escritas por un periodista sueco que murió dejando los manuscritos y que no ha podido ver el enorme éxito que han tenido. Tremendamente recomendable.
Sauce ciego, mujer dormida.
Segundo libro de Murakami del verano. No suelo leer libros de un mismo autor tan seguidos, pero es el libro que regalé a mi padre en su santo y, como fui a pasar unos días allí, lo leía mientras tanto. Además, no es novela, son cuentos, recopilados por el autor y escritos desde principios de los 80 hasta ahora. Murakami 100%, algunos de ellos me han resultado excesivos, y otros me han encantado. Podría destacar como preciosos El hombre de hielo, Tony Takitani y La chica del cumpleaños. Pero me parece que lo mejor lo deja para el final: Hanalei Bay -sobre la madre de un joven que muere haciendo surf en Hawaii- y El mono de Shinagawa -acerca de una mujer que no consigue recordar su propio nombre-, dos auténticas joyas. Tal vez sea una buena forma de acercarse a Murakami. Algunos cuentos son difíciles de leer y auténticamente desconcertantes, pero hay joyas de gran belleza y profundidad.

Antología del cuento norteamericano. Richard Ford.
A ratos, he leído varios de los cuentos de la recopilación que Richard Ford ha hecho de cuentos de escritores de Norteamérica desde hace más de dos siglos. Es un libro muy extenso con 65 cuentos, que llevo en danza desde hace ocho años, y que voy leyendo a ratos, entre un libro y otro. Este verano le he dado un buen arreón y ya empiezo a verle el final. Es una magnífica recopilación y, de la docena que he leído este verano, destacaría A&P, de John Updike, agridulce aproximación al paso de la adolescencia a la madurez desde un punto de vista notablemente desencantado, aunque escondido tras una historia muy divertida y entretenida.

Todo lo que muere. John Connolly.
Novela negra, negrísima, primera de la saga de Charlie Parker, alias Bird. Recuerda a las novelas negras clásicas del género -Chandler-, con el mismo nivel de sufrimiento pero con aún más dureza. Charlie Parker es un detective al que matan y mutilan a su mujer e hija mientras él se emborrachaba en un bar. A partir de ahí se embarca una búsqueda del asesino que le permita también matar sus fantasmas interiores. Una de las cosas que me han gustado de la novela es la introducción de una trama paralela, en la que se ocupa de resolver el asunto de unos asesinos de niños ocurrido muchos años atrás, conectado de manera indirecta con el tema principal. Aunque a veces resulta excesivamente seca, se lee con mucho interés y me ha mantenido las ganas de seguir con la segunda novela de la saga -ya van seis, si no me equivoco-. Uno así a Bird al inspector Brunetti y al comisario Wallander, mis dos policías de cabecera, de los ya hablaré algún día.
Mis rincones oscuros. James Ellroy.
Acabo con una novela que no lo es de James Ellroy, uno de los grandes de la novela nortemericana actual. Intenta acercarse, de una manera fría y desapasionada -por momentos lo consigue- a la figura de su madre, asesinada brutalmente cuando él tenía diez años y con la que considera Ellroy que tiene una deuda, por su desapego a ella durante tanto tiempo. Narra la historia con estilo trepidante y muy directo: primero los hechos y la investigación policial, después la búsqueda, cuarenta años después, que el autor hace del asesino, más que para descubrirlo, para encontrar a su madre. Libro duro, desasosegante y a veces difícil de leer, que parece a veces más catarsis personal que ejercicio literario. Pero que, a pesar de eso, y con la prosa tan brillante de Ellroy, consigue convertir en una historia que engancha.